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sábado, 9 de abril de 2011

Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH)


¿Están preparados los docentes de secundaria para recibir estudiantes
que padecen del TDAH?

Cuando un docente responsable y consciente de su responsabilidad decide hacer una observación de los elementos y factores que tiene en su entorno más inmediato -ambiente de trabajo-, se podría percatar sobre la existencia de muchos problemas, los cuales, de manera directa o indirecta, lo afectan tanto a él, como a la institución y, hasta, a de los mismos estudiantes.
Una de estas dificultades a la que podría enfrentarse es la que presentan aquellos niños o adolescentes que sufren del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), el cual, se manifiesta de tres maneras diferentes, según se tenga un predominio del déficit de atención, un predominio hiperactivo-impulsivo o el tipo combinado. Lo anterior, conforme lo estipulado en el Manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales IV (DSM-IV) (2010).
Actualmente, este trastorno es uno de los más frecuentes y de las condiciones psiquiátricas más padecidas en la etapa de la niñez; de ahí, la importancia que ha cobrado en el salón de clases, pues son muchos los estudiantes que llegan a los colegios con este tipo de padecimiento.
Pero, ¿qué es el TDAH? Según The Nemours Foundation (2010):

Es una afección médica que afecta la capacidad de una persona de mantenerse quieta, concentrarse y prestar atención. Las personas con ADHD [por sus siglas en inglés] tienen alteraciones en las partes del cerebro que controlan la atención y la actividad. Esto significa que pueden tener problemas para concentrarse en determinadas tareas y temas, o pueden parecer "nerviosos", actuar impulsivamente e involucrarse en problemas. (¶ 2)

Lo anterior se constituye en las características generales que describen a muchos de los estudiantes que se tienen en las aulas, regularmente. De aquí, se pueden inferir los posibles resultados académicos a los que son proclives este tipo de alumnos, los que, en su mayoría, tienden a ser negativos, por una o múltiples causas.
Marra (s. f.) cita algunas expresiones -de padres de familia- que son comunes dentro de este contexto, tales como: "Yo sé que les estoy pidiendo a los maestros que trabajen más por el mismo ingreso". "No quiero que maltraten a mi hija con su inexperiencia”. "En el grado hay 35 alumnos, la maestra nos dijo que no se puede ocupar de nuestro hijo, pero, que tampoco se siente capacitada para hacerlo". "Cuando se aburre molesta a otros chicos, cuando se enoja tira cosas, quiere ganar siempre y es muy inquieto, en la escuela nos dijeron que es muy inteligente y no es malo, pero que ellos no saben qué hacer con él, entonces las sanciones son cada vez más duras y están pensando en no darle vacante para el año próximo". “En el colegio no creen que nuestra hija tenga TDAH porque dicen que no es inquieta, solamente necesita prestar más atención, ‘ella está casi siempre en la luna’, que es muy buenita y que, tal vez lo mejor sería que repita de año para que madure" (s. p.).
Las oraciones referidas antes, son indicativas de algunas de las muchas causas que pueden provocar los bajos rendimientos académicos en los jóvenes que padecen del TDAH. Y resulta ser, que eso es parte de la realidad actual en la que se encuentra la educación de este país. Asimismo, cabe destacar que es por esto que se origina la interrogante planteada en el título de este trabajo, puesto que resultaría interesante ver los resultados que se obtienen a partir de la contrastación de las opiniones emanadas por los padres de familia de estudiantes con TDAH y las condiciones en las que se encuentran las distintas instituciones educativas.
Resulta ser, entonces, que en verdad, pareciera que no existen las condiciones óptimas en los colegios para recibir a este tipo de personas, pues, como se puede verificar en las expresiones citadas líneas atrás, los grupos son numerosos, las clases son poco atractivas, hay falta de compromiso en la institución; igualmente, hay carencia de conocimiento, inexperiencia y falta de vocación en el docente.
Ahora bien, si bajo estas condiciones, todos aquellos estudiantes que no presentan este trastorno se ven normalmente afectados, más, todavía, lo estarán los que presentan el TDAH. En este punto, es fácil comprender lo que se ha dicho, ya que si se compara un salón de clases caracterizado por reflejar aspectos negativos como los que se han nombrado, con lo que respecta a la descripción del TDAH -a lo cual ya se hizo referencia-, se llega nuevamente al mismo resultado… no existen tales condiciones.
El asunto aquí es, si un estudiante con TDAH tiene problemas para lograr mantenerse sosegado, concentrado y atento, y sumado a esto, tiende a actuar de manera impulsiva, es muy difícil que el docente logre prestarle la atención debida, pues éste tiene que lidiar, usualmente, con grupos numerosos, lo que aumenta la posibilidad de distracción y, al mismo tiempo, se corre con el riesgo de no poder estar al pendiente de este estudiante. Y si a lo anterior se le agrega, la falta de conocimiento, de experiencia y de vocación en el docente, hace que resulte más complicada esa situación.
El currículum que conforma las carreras de educación secundaria, prácticamente, no tienen en cuenta cursos que ahonden este tipo de temas, y si alguno lo consideran, al final, resulta ser una mera pincelada. Por su parte, el Ministerio de Educación Pública (MEP), a sabiendas de esta situación, no busca la posibilidad de ofrecer y de llevar a los colegios, capacitaciones que preparen para enfrentar esta problemática. Esto podría resultar muy beneficioso, en primer lugar, para los docentes involucrados y, en segundo, para los estudiantes que tienen ese trastorno.
Por consiguiente, un docente que llegue a presentar el trinomio desconocimiento -falta de vocación-inexperiencia, sería una de las condiciones más infortunadas que podría suceder a un estudiante con TDAH. Primero, porque el educador estaría desinformado del problema, es decir, ignoraría el trastorno, lo que da paso a no hacer nada, porque no sabe nada. Y segundo, no tendría el interés o las ganas para ayudar en lo mínimo a este estudiante. En consecuencia, se tendría un salón de clases con un adolescente distraído, impulsivo, impaciente, irritable, etc., y, muy probablemente, esto sería una causa que desataría un futuro desorden en el aula.
También podría afirmarse que el docente no cuenta con el conocimiento necesario para hacerle frente a este tipo de trastorno y para prueba de esto un botón: es común escuchar a alguno diciendo, que ha diagnosticado, prácticamente, a una mayoría de sus estudiantes con TDAH, es decir, por cualquier conducta de distracción e inquietud presentado manifestada por éstos, es suficiente como para llegar a etiquetarlos con este padecimiento. Sólo considerando este hecho, se nota fácilmente, la carencia de información existente.
De igual manera, se considera importante mencionar que las capacitaciones sobre este tema pueden ayudar a mejorar este asunto, y que si bien es cierto, el educador no va a llegar a diagnosticar, formalmente, este tipo de casos, por la misma naturaleza del problema -complejidad- es poco factible, a tal punto que la solución está en manos de los neurólogos, psiquiatras, psicólogos y psicopedagogos. Sin embargo, puede llegar a ocurrir que el docente, al tener un conocimiento básico sobre el tema, pueda, al menos, diferenciar algunas conductas concretas y acordes con el DSM-IV, y a partir de ahí, contar con insumos válidos, los cuales, más tarde, podrá remitir al profesional respectivo.
Y, finalmente, habría que preguntarse, a modo de autoevaluación, si uno como educador es consciente de la responsabilidad que tiene, si cada día se disfruta lo que se hace, si se desea ayudar a los estudiantes, si se es comprometido con el trabajo y si le gusta mantenerse actualizado. Estas interrogantes permiten al docente tener los pies sobre la tierra y ser realista del contexto laboral en el que se desenvuelve. De esta manera, se lograría contar con un profesional más humano, más comprometido y más dispuesto a ayudar a esos estudiantes que sufren de TDAH, y no confundir el diagnóstico con aquellos que no lo padecen.

Referencias bibliográficas

Marra, G. (s. f.). ¿Qué escuela o colegio es mejor para mi Hijo-Hija? Recuperado el 29 de julio de 2010, de http://www.distraidos.com.ar/distraidos/notas/articulos/nota_art_02.html

The Nemours Foundation. (2010). El ADHD. Recuperado el 29 de julio de 2010, de http://kidshealth.org/teen/en_espanol/mente/adhd_esp.html

Wikipedia. La enciclopedia libre. (julio, 2010). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Recuperado el 30 de julio, 2010, de http://es.wikipedia.org/wiki/Manual_diagn%C3%B3stico_y_estad%C3%ADstico_de_los_trastornos_mentales

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